30 diciembre 2008

Eloisa y Abelardo..



Cartas a Abelardo



«...Dudo que alguien pueda leer o escuchar tu historia sin que las lágrimas afloren a sus ojos. Ella ha renovado mis dolores, y la exactitud de cada uno de los detalles que aportas les devuelve toda su violencia pasada[…]»



Abelardo y Eloísa vivieron en la Francia medieval de los siglos XI y XII. Él se llamaba Pedro, pero sólo se le conoce como Abelardo, que fue el apodo que le puso su profesor de matemáticas cuando era un niño (Abelardo se deriva de la palabra compuesta en francés antiguo l’eche-lard, que significa algo así como lame-lardo, o sea “lamedor de tocino”.


Berenguer, el padre de Abelardo, le procuró a éste una educación esmerada y muy joven lo inició en la carrera militar. Pero Abelardo decidió consagrarse al estudio y la enseñanza de teología y filosofía, en las que llegó a destacar de manera luminosa al grado que sostuvo intensas polémicas con los doctores de la Iglesia, San Bernardo y San Anselmo y se metió en líos con la alta jerarquía de la Iglesia.

Siendo Abelardo director de la Escuela —teológica y filosófica— de Nuestra Señora de París, el canónigo de la Catedral de Notre Dame, padre Fulberto, le pidió que fuese el maestro de su sobrina Eloísa, una joven tan bella como inteligente que a los 17 años ya dominaba las lenguas clásicas de latín y griego y tenía profundos conocimientos de filosofía y teología.


Entre Abelardo y Eloísa se encendió un apasionado romance que ellos mantuvieron en secreto hasta que Fulberto los descubrió. Éste, enfurecido, los obligó a casarse. Luego se le ocurrió que Abelardo quería abandonar a Eloísa y le pagó a unos matones a sueldo, para que castigaran al osado amante cercenándole los genitales.

Cuando Abelardo apenas se recuperaba físicamente de la monstruosa mutilación y estando sumido en una profunda depresión, Eloísa fue a buscarlo para pedirle que rehicieran su vida, a pesar de todo, en compañía del hijo que ella había alumbrado y quien fue nombrado Astrolabio.
Pero Abelardo sólo quería consagrarse a la vida religiosa, así como al estudio y la enseñanza de la filosofía y la teología. De manera que persuadió a Eloísa para que se recluyera en un convento de monjas en Argenteuil, un sitio cercano a París, mientras que él se internó en el monasterio de San Dionisio, donde se hizo fraile.



Fulberto y sus cómplices fueron llevados a la cárcel y los castigaron sacándoles los ojos, como se acostumbraba en aquella época brutal y oscura para el tipo de delito que cometieron. A Fulberto además le confiscaron sus bienes y lo desterraron de París para siempre.

Abelardo murió en al año 1142 a la edad de 63 años y fue enterrado en el Paracleto (Espíritu Santo Consolador), un oratorio que él mismo había hecho construir en Nogent-sur-Seine. En ese mismo lugar fue sepultada Eloísa, cuando murió en el año 1163, y después, en 1808, las cenizas de ambos amantes fueron trasladadas al Museo de Monumentos Franceses, en París. Finalmente, en 1817 sus cenizas fueron sepultadas en una misma tumba, en el cementerio parisino de Père Lachaise.

Allí, Abelardo y Eloísa permanecen juntos para siempre. Y su tumba permanece cubierta con las flores que depositan las parejas de enamorados que constantemente llegan a visitarla, procedentes de todas partes del mundo.





1 comentario:

† Camilo † SpiritualBat dijo...

con lo que me has contado y leo ahora tengo muchas ganas de leerlo ..se puede sentir el romanticismo en cada una de esas letras ^^